Este artículo apareció por primera vez en el blog blog de Ética y Asuntos Internacionales.
A medida que se reduce el número de candidatos demócratas a la presidencia, los aspirantes a la nominación empiezan a prestar más atención a la cuestión de la política exterior. Resulta interesante ver cómo Bernie Sanders y Elizabeth Warren han hecho declaraciones que sugieren que están a favor de una reevaluación del papel mundial de Estados Unidos y de las herramientas de política exterior que debe utilizar el país. Al igual que el candidato Barack Obama en 2007, Warren y Sanders han pronunciado lo que el informeCarnegie Council sobre narrativas identifica como la narrativa de la "regeneración": reconsiderar la intervención estadounidense en el exterior para centrarse en la reconstrucción interna, así como elementos de la narrativa de la comunidad democrática: priorizar los lazos con democracias afines. En cuestiones comerciales, Sanders también apela a una corriente de "Estados Unidos primero", algo que queda más atenuado en las críticas de Warren. Sin embargo, como se preguntan David Milne y Christopher McKnight Nichols, ¿estarían Warren o Sanders, una vez en el cargo, como Obama, más dispuestos a considerar la intervención militar estadounidense en el extranjero una vez sentados en la Casa Blanca en lugar de hablar en mítines de campaña? Señalan:
Si Warren o Sanders son elegidos presidentes, se enfrentarán a dilemas similares a los que afrontó Obama en relación con el uso de la fuerza. Los antecedentes sugieren que podrían responder de forma similar. Las cargas del cargo tienen una forma de ensuciar las intenciones prepresidenciales más puras.
En otras palabras, una Warren o un Sanders podrían acabar pareciendo mucho más "tradicionales" en términos de abrazar el consenso bipartidista, en lugar de perturbarlo.
Joe Biden y Amy Klobuchar parecen sumarse mucho más claramente al argumento del "restauracionismo escarmentado" -que Estados Unidos necesita reconstruir su posición como nación indispensable y eje del orden liberal internacional-, pero de una forma más directamente relacionada con hacer que esa política exterior sea relevante para la clase media estadounidense. El llamamiento de Biden a una "Cumbre de las Democracias" y a la adopción de medidas para revitalizar la asociación transatlántica indica también la clara influencia del proyecto encabezado por Ash Jain y Matthew Kroenig en el Atlantic Council para rejuvenecer el orden liberal internacional basado en normas.
Por último, Pete Buttigieg parece situarse en una posición intermedia: rejuvenecer el liderazgo y el compromiso de Estados Unidos, pero con cautela a la hora de volver a los pactos multilaterales de libre comercio que formaban parte del planteamiento de la administración Obama de situar a Estados Unidos en el centro de los sistemas comerciales transpacífico y transatlántico. Aboga por cierto grado de reducción y por volver a centrarse en la asociación económica y tecnológica con aliados democráticos cercanos.
Lo más interesante es que ningún candidato ha articulado aún un enfoque de política exterior que sitúe el cambio climático como principio organizativo central. Sin embargo, como señala Peter Apps, parece haber un número creciente de demócratas interesados en situar esta cuestión en el centro de la política interior y exterior. Sin embargo, lo que parece faltar es la traducción de este amplio sentimiento en propuestas políticas más discretas y concretas, como ya ocurre con otros temas como el comercio y el terrorismo. Que el deseo de esos votantes de las elecciones primarias y generales sea una señal leída por las campañas que luego produzca una plataforma de política exterior centrada en el cambio climático más detallada depende tanto de la presión de los votantes como de que los expertos y los asesores de campaña empiecen a dar forma a cómo sería ese marco político.
Pero también es importante tener en cuenta una advertencia de Milne y Nichols, basada en el cambio que vimos del candidato al Presidente Obama: alguien que busca la nominación puede articular una narrativa en el camino, pero abrazar otra una vez en el cargo.