Este artículo apareció por primera vez en el blog blog de Ética y Asuntos Internacionales.
La elección de la senadora Kamala Harris (demócrata de California) como presunta candidata a la vicepresidencia por el Partido Demócrata para las elecciones de 2020 representa una serie de cambios: es la primera miembro de la Generación X (el presidente Barack Obama pertenece más bien ala "Generación Jones", la última oleada de los Boomers) que llega tan lejos, además de ser hija de inmigrantes y mujer de color. Sin embargo, ¿estas identidades y experiencias influyen en su visión de la política exterior?
Durante la mayor parte de su carrera política, Harris se ha centrado en cuestiones internas, en particular las relacionadas con el cumplimiento de la ley y la regulación. Sin embargo, a medida que ha ido ganando protagonismo en la escena nacional, ha empezado a articular una visión de política exterior para el compromiso de Estados Unidos en el mundo. Se resume en una serie de respuestas que dio al Consejo de Relaciones Exteriores.
Harris pertenece firmemente al bando de los "restauracionistas escarmentados" (según el informeCarnegie Council sobre las narrativas contrapuestas para el compromiso global de Estados Unidos). Es restauracionista en la medida en que aboga por un retorno a las políticas anteriores a 2016 (los acuerdos de París sobre el cambio climático, el acuerdo nuclear con Irán) y a una posición de compromiso con Europa y otras partes del mundo. Pero, al igual que otros que han digerido las lecciones de 2016, su restauracionismo es moderado; la iniciativa estratégica emblemática de la Administración Obama, el acuerdo comercial de la Asociación Transpacífico, solo debe perseguirse en la medida en que beneficie a los trabajadores e intereses estadounidenses y también promueva las preocupaciones medioambientales.
Pide cierta reorientación -por ejemplo, prestar más atención al Sur Global, pero sin indicar si esto requeriría centrarse menos en el otro lado del Atlántico. También señala dos equilibrios muy difíciles: reducir la implicación en Afganistán sin poner en peligro los derechos de las mujeres y cooperar con China en materia de cambio climático sin comprometer los derechos humanos, pero no da muchas pistas sobre cuál de las dos cuestiones debería tener más peso. A modo de comparación, una encuesta realizada por Carnegie Council a principios de este año indicaba que si se pusiera sobre la mesa un acuerdo de paz en Afganistán que no garantizara la igualdad de derechos para las mujeres pero permitiera la retirada de las fuerzas estadounidenses y ofreciera garantías contra el terrorismo, el 41% lo apoyaría, el 31% se opondría y el resto no estaba seguro. En cuanto a la pregunta sobre China, si se le pidiera que diera prioridad a los derechos humanos y la democracia sobre los acuerdos con China, incluidos los relativos al cambio climático, más del 61 por ciento rechazaría ese planteamiento, mientras que sólo el 29 por ciento estaría a favor (el resto no estaba seguro). Queda por ver cómo aconsejaría Harris a un futuro Presidente Biden, o cómo conceptualizaría las compensaciones, una vez en el cargo.
A pesar de las conferencias de unidad, Joe Biden no está extendiendo, en materia de política exterior, un enfoque de compromiso que sería más escéptico sobre el compromiso global de Estados Unidos y exigiría cierto grado de repliegue. Puede que Harris provenga de un entorno distinto al de Biden, pero parece que su pensamiento en política exterior coincide en gran medida.