Este artículo apareció por primera vez en el blog blog de Ética y Asuntos Internacionales.
El minorista H&M dejará de depend er de fábricas de confección y proveedores chinos situados en Xinjiang, ante la preocupación por el uso de uigures como mano de obra forzada. La empresa también pondrá fin a sus relaciones con proveedores de otros lugares de China que utilicen mano de obra forzada o insumos de Xinjiang.
No está claro si esto añadirá costes a la ropa y la moda que se vende en sus tiendas. Sin embargo, si el aumento de los costes se presenta como parte del precio por poner fin a los vínculos con los proveedores chinos por cuestiones de derechos humanos, ¿responderán los consumidores?
Ya se han tabulado las primeras respuestas a la segunda encuesta realizada por el Programa de Compromiso Global de Estados Unidos, y parecen apoyar la decisión de H&M. El 43,3 por ciento de los encuestados afirmó que es "muy importante" que los socios comerciales cercanos sean democracias y compartan nuestros valores, y otro 51,4 por ciento estuvo de acuerdo en que éste debería ser uno de los factores. El 69,5% se mostró de acuerdo con el principio de que los consumidores deberían estar dispuestos a pagar una prima (de hasta el 20%) por comprar un producto fabricado en otra democracia en lugar de una alternativa más barata procedente de un país no democrático. Suponiendo que cualquier aumento de precio por dejar de abastecerse en China no sea demasiado oneroso, es posible que los consumidores apoyen que los bienes y servicios procedan de otros proveedores, lo que, a su vez, sugiere que puede haber cierto apoyo público prima facie a la narrativa dela "comunidad democrática".
Hasta cierto punto, tanto la campaña de Biden como la de Trump parecen estar aprovechando este sentimiento en lo que respecta a la reorientación del comercio estadounidense lejos de China, no sólo por motivos económicos sino también de valores, por lo que será interesante comprobar qué resonancia puede tener este mensaje entre los votantes.