Este artículo apareció por primera vez en el blog blog de Ética y Asuntos Internacionales.
Una de las razones por las que nunca me ha gustado el término "comunidad internacional" es porque no estoy seguro de que los políticos y expertos que lo utilizan hayan aceptado plenamente los compromisos éticos que conlleva denominar a algo como comunidad. Una comunidad, si se entiende en el contexto del término griego clásico κοινωνία(koinonia) o del latín communio, impone una serie de derechos, deberes y obligaciones compartidos por todos sus miembros. En el contexto moderno, esto se manifiesta en diversas instituciones internacionales bajo la rúbrica de la solidaridad: tanto la Organización de Estados Americanos (OEA) como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contienen disposiciones según las cuales un ataque o agresión a un miembro debe tratarse como una agresión a todos, mientras que la base fundamental de la Unión Europea es que los miembros están dispuestos a sacrificarse por el bienestar, la seguridad y la protección de los demás dentro de la comunidad.
La solidaridad es fácil cuando no se percibe ningún coste o sacrificio importante. Incluso cuando una catástrofe puede afectar a una parte de la comunidad, si los demás no se han visto afectados, resulta políticamente más fácil enviar ayuda o compartir la ayuda. La verdadera prueba de la solidaridad llega cuando la exigencia de mostrar solidaridad conlleva costes reales.
La pandemia está poniendo a prueba la profundidad y la resistencia de la solidaridad no sólo de una comunidad internacional, sino de asociaciones más específicas dentro del mundo occidental, incluidas la Unión Europea y la OTAN, porque la pandemia amenaza a todos en lugar de estar geográficamente localizada. No es sorprendente que, junto a la ética de la solidaridad, surja como contrapunto la ética de la soberanía: que la primera obligación de un gobierno es para con los suyos.
¿Cuáles son las consecuencias? Altos dirigentes europeos, citados recientemente en The Guardian, temen que esto pueda dañar fatalmente el proyecto europeo:
En una intervención poco habitual, Jacques Delors, ex Presidente de la Comisión Europea que ayudó a construir la UE moderna, rompió su silencio el pasado fin de semana para advertir de que la falta de solidaridad suponía "un peligro mortal para la Unión Europea".
Enrico Letta, ex Primer Ministro de Italia, ha declarado que la UE se enfrenta a un "riesgo mortal" derivado de la pandemia mundial. "Nos enfrentamos a una crisis diferente de las anteriores", declaró a The Guardian, en partepor la imprevisible progresión del virus y en parte porque el "europeísmo" se ha visto debilitado por otras crisis de la última década.
"El espíritu comunitario de Europa es hoy más débil que hace 10 años", dijo. . . "Si todo el mundo adoptara la estrategia de 'Italia primero', 'Bélgica primero' o 'Alemania primero'", dijo, "nos hundiríamos todos juntos". "Este es sin duda un momento decisivo para el proyecto europeo", dijo Nathalie Tocci, ex asesora del jefe de la política exterior de la UE. "Si sale mal, corremos el riesgo de que sea el fin de la Unión".
Incluso en Estados Unidos se han puesto a prueba los lazos de solidaridad entre los estados, y la competencia por los equipos médicos y las restricciones de los viajes internos desafían la noción de indivisibilidad estadounidense.
Y cuando se ofrece ayuda, ¿se espera que haya condiciones, que no se dé por reconocimiento de una obligación ética de solidaridad, sino con un espíritu transaccional en el que se espera algún tipo de contrapartida? ¿Son las"políticas de generosidad" en realidad una forma de encubrir el aumento de la propia influencia y la obtención de ventajas geopolíticas?
Los datos de las encuestas en Italia sugieren un debilitamiento del apoyo al proyecto europeo basado en la temprana falta de respuesta de otros Estados miembros de la UE. A medida que la Unión empiece a aumentar su capacidad de respuesta, y si Estados Unidos empieza a vincular su propia ayuda con una narrativa más clara, ¿se mitigarán estas dudas sobre la eficacia de la solidaridad? ¿O contribuirá esto a que las relaciones internacionales sigan viéndose como una serie de tratos transaccionales?