Ponente: Michael Doyle, Columbia Global Initiative

Transcripción:

MICHAEL DOYLE: La idea de que existe una responsabilidad de proteger -es decir, que los gobiernos tienen el deber de proteger a sus propios ciudadanos y, si fracasan, la comunidad internacional tiene la responsabilidad residual de intervenir- se ha normalizado mucho más.

En la Cumbre Mundial de la Asamblea General de 2005, una resolución unánime estableció esta responsabilidad de proteger precisamente en ese tipo de concepto.

Pero lo limitaron de dos maneras que reflejarían, llamémoslo así, una normalización de este concepto de responsabilidad. Una es que la limitaron a una serie de daños específicos -crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, limpieza étnica y genocidio-, de modo que sólo esos crímenes eran suficientes para constituir una buena razón para, en caso necesario, anular la soberanía nacional. Y, además, lo limitaron al equivalente del Consejo de Seguridad, para que, de nuevo, esta norma no pudiera explotarse en beneficio propio y estrecho de los países.

Así que el concepto fue sorprendente y chocante cuando Kofi Annan lo abordó en aquella reunión, pero con el tiempo se ha hecho más específico, más claro, pero al mismo tiempo ha cosechado un gran apoyo. Aquella resolución de 2005 fue unánime. El verano pasado, cuando la Asamblea General volvió a examinar la cuestión, el apoyo al principio de la responsabilidad de proteger fue realmente muy amplio.

El principio es magnífico. Ahora bien, cabe preguntarse: ¿lo cumplirán alguna vez? Esa es otra cuestión.

JOHN TESSITORE: Esa es, por supuesto, la pregunta de seguimiento, sí. Los principios son maravillosos, pero ¿cómo se traducen y habrá voluntad política para pasar de los principios a la realidad?

MICHAEL DOYLE: La respuesta es ambigua. Por un lado, la fraseología es "responsabilidad de proteger". Eso es importante. Es decir, no es sólo un permiso para hacerlo, sino una responsabilidad.

Creo que fue un paso retórico en la dirección correcta.

Pero existe una gran distancia entre la retórica y la acción en este tipo de acontecimientos. Si, por ejemplo, Ruanda, el horrible genocidio de abril de 1994, ocurriera ahora mismo, no tengo claro que tuviéramos la rápida acción necesaria por parte de los estados que se ofrecieran voluntarios, que el Consejo de Seguridad aprobara rápidamente, que se tomara una acción efectiva, para detenerlo.

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