Es difícil resumir el número de acontecimientos que han marcado una generación este año.
Nos encontramos ante un nuevo orden internacional tras 64 elecciones nacionales, guerras en múltiples regiones, vidas y sociedades fundamentalmente alteradas por las tecnologías relacionadas con la inteligencia artificial, y el sorprendente ritmo y escala del cambio climático.
Los valores consagrados de la democracia, la cooperación, el pluralismo y el humanitarismo están siendo puestos a prueba.
En febrero de 1914, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, Andrew Carnegie fundó Carnegie Council para poner la ética al servicio de un mundo en el que el viejo orden se desmoronaba y uno nuevo parecía posible.
Fue un momento en muchos sentidos como el de hoy.
En medio de esta lenta crisis, Carnegie creía que la guerra era una opción que podía evitarse mediante la razón humana y el compromiso con los principios morales universales. El esfuerzo de Carnegie era urgente, ya que trataba de organizar una respuesta al nacionalismo de sangre y tierra, a la arrogancia del imperialismo y a la brutalidad de la guerra.
Aunque el impulso catastrófico de la Primera Guerra Mundial resultó demasiado difícil de detener, con el tiempo el internacionalismo responsable inspirado por Carnegie iría ganando adeptos. Se institucionalizaría en el derecho y las organizaciones internacionales, aunque los nacionalistas y aislacionistas se opusieran a él y lo debatieran acaloradamente.
Creo que estamos viviendo otro momento en el que un viejo orden se desvanece y uno nuevo lucha por emerger. Debemos preguntarnos entonces: ¿Qué valores y principios están en juego?
Los cuatro principios esenciales más amenazados son el compromiso con la cooperación internacional, la defensa de la democracia, la idea de fidelidad y el imperativo humanitario.
- El compromiso con la cooperacióninternacional es una propuesta moral porque va a la esencia de la ética: reconocer lo que es común para todos, al tiempo que se gestionan las diferencias intrínsecas e inevitables entre las personas. Afirmar simplemente el poder es irresponsable y, en última instancia, contraproducente. Retirarse por completo tampoco tiene principios ni visión de futuro.
- La defensa de la democracia en Estados Unidos y en todo el mundo exige enfrentarse a los autócratas que discriminan por motivos étnicos, de género y religiosos, y que niegan libertades básicas a sus ciudadanos. Los líderes que más admiramos a lo largo de la historia han sabido combinar convicción y humildad para defender los valores humanos universales. Deberíamos tener presentes sus ejemplos.
- Fidelidad significa honestidad, integridad y un esfuerzo de buena fe por servir a la verdad. La retórica es ciertamente importante y, en una era de desinformación, los líderes deben luchar contra la mentira, el engaño deliberado y la tergiversación deliberada de los hechos. Si los líderes no ofrecen una respuesta contundente a la desinformación, corremos el riesgo de que se erosionen por completo las propias instituciones a las que pretenden servir.
- El imperativo humanitario es el deber de salvar vidas y aliviar el sufrimiento mediante un trato humano e igualitario. Mientras la violencia y la crueldad abundan en las zonas de conflicto de todo el mundo, organizar respuestas humanitarias eficaces sigue siendo el imperativo moral esencial de nuestro tiempo.
Dado el riesgo que corren estos principios, es más importante que nunca disponer de un lugar donde reunirse, convocar y trabajar juntos. Desde nuestro Global Ethics Hub en Nueva York, Carnegie Council for Ethics in International Affairs se enorgullece de desempeñar esta función.
El Consejo está impulsando un programa que se centra en un nuevo compromiso con la toma de decisiones basada en valores y un liderazgo ético definido por la adopción de las cualidades de rigor, empatía, curiosidad intelectual y humildad.
Carnegie Council es una de las pocas instituciones que siguen comprometidas con esta labor.
Si renunciamos a los principios de cooperación internacional, democracia, fidelidad y humanitarismo como estrellas del norte, estaremos perdidos. Como la historia ha demostrado claramente, las alternativas son la violencia, la autocracia y la corrupción abierta: no es el mundo que Andrew Carnegie imaginó, ni el que deberíamos aceptar.
A través de nuestro trabajo en el desarrollo del liderazgo de la próxima generación, el Global Ethics Hub, los talleres del Acelerador y las Iniciativas de Impacto, Carnegie Council seguirá defendiendo la visión de paz y cooperación internacionales que sigue siendo nuestra misión.