A la espera de la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Biden/Harris, una evaluación de los dolores de parto en la creación - mirando a los desafíos en la formulación de una nueva narrativa para el compromiso global de EE.UU. en las condiciones cambiantes de la década de 2020.
Las elecciones presidenciales de 2020 ofrecieron a los votantes candidatos con visiones muy diferentes del papel que Estados Unidos debe desempeñar en el mundo. El equipo Trump/Pence se presentó con el récord de su internacionalismo transaccional ("América primero"). Por el contrario, en su retórica de campaña, el equipo Biden/Harris hizo hincapié en el imperativo de restaurar el liderazgo global estadounidense ("America is Back"), pero reconoció la importancia de conectar la política exterior de Estados Unidos con una agenda doméstica de puertas adentro y de bolsillo.
Sin embargo, desde su toma de posesión, en sus documentos estratégicos, discursos políticos, propuestas presupuestarias, selección de personal y agenda legislativa, la administración Biden/Harris ha oscilado entre cuatro principios organizativos diferentes para la política exterior estadounidense.
1. Rejuvenecimiento y reconstrucción internos ("Una política exterior para la clase media"): un planteamiento centrado en reconstruir las fuentes del predominio tecnológico y económico estadounidense y subordinar la política exterior a estas consideraciones.
2. Hacer de la lucha contra los efectos medioambientales del cambio climático y el desarrollo de tecnologías de nueva generación el centro de las relaciones exteriores de Estados Unidos.
3. 3. Competir con China ("Competencia estratégica") y un pivote hacia el Indo-Pacífico como principal área de interés, con la contención de la capacidad de China para proyectar poder económico y militar de forma hostil a los intereses estadounidenses como principal prioridad.
4. Forjar una comunidad de naciones democráticas, especialmente desvinculándose de las grandes potencias autoritarias para reorientar los lazos económicos y comerciales entre las democracias de las cuencas euroatlántica e indopacífica.
La administración se debate entre estos diferentes principios cuando se enfrenta a impulsos contradictorios. En 2021, por ejemplo, ¿era más prioritario conseguir la cooperación china en materia de cambio climático que responder a las acciones de Pekín en Xinjiang y Hong Kong? ¿Era más importante el papel del gas natural ruso (y posiblemente el hidrógeno de nueva generación) que abordar sus acciones en Ucrania (antes de la invasión de 2022)? Para contener a China, ¿debería Estados Unidos plantearse ciertas concesiones geopolíticas a Putin? ¿Deberían los grandes pactos de libre comercio con los Estados democráticos de Asia-Pacífico tener más prioridad que el fortalecimiento de las adquisiciones nacionales? Al analizar estas tensiones, Nahal Toosi, de Politico, llegó a la conclusión de que un enfoque "omnipolítico" (que englobe ámbitos políticos aislados como la energía, el comercio, la sanidad y la seguridad) no proporciona una orientación suficiente.
Paul Saunders ha observado: "Cada una de estas narrativas es visible en los debates internos de Estados Unidos en torno a la política exterior, con algunas más fuertes/débiles que otras y sin un enfoque dominante. Ni la administración ni los pensadores/defensores externos han conseguido desarrollar una narrativa convincente basada en uno de estos enfoques o en la integración de dos o más de ellos." La incapacidad de movilizar y mantener un amplio consenso interno en torno a una visión concreta de la implicación global de Estados Unidos dificulta el avance de los pasos necesarios, incluida la aprobación de la legislación habilitadora.
La invasión rusa de Ucrania en 2022 ha añadido un factor inesperado en la determinación de las prioridades de la política exterior estadounidense y en el desarrollo de una narrativa coherente, al proporcionar un posible camino a seguir para tomar elementos de los diferentes enfoques para establecer prioridades. Por ejemplo, desde febrero de 2022 y la imposición de sanciones a Rusia, hemos asistido a la aparición de lo que hemos denominado "geopolítica climática": reducir la dependencia de los recursos naturales rusos para alimentar las economías occidentales, lo que puede estimular la innovación tecnológica nacional y también impulsar el movimiento hacia una revolución energética verde, al tiempo que se da un nuevo propósito a las alianzas de la Guerra Fría que van más allá de la cooperación militar hacia relaciones tecnológicas y económicas más estrechas. En este marco, el compromiso global estadounidense está vinculado a la consecución de logros concretos para el trabajador estadounidense en la búsqueda del desarrollo de las tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial, al tiempo que se refuerzan las alianzas tanto en el Atlántico como en el Pacífico.
¿Es ésta la orientación que se plasmará en la nueva Estrategia de Seguridad Nacional? Tras su publicación, podremos comparar y contrastar estos resultados con la orientación que ha proporcionado el equipo Biden/Harris.