La crueldad de los ataques de Hamás contra Israel es una espantosa expresión de odio y depravación, pura y simple. Observamos con horror e incredulidad este último y más trágico ejemplo de la inhumanidad del hombre hacia el hombre.
Es vital que acompañemos a estas víctimas y al pueblo de Israel como testigos de su dolor y sufrimiento. Y es igualmente importante que condenemos a quienes perpetraron estos crímenes contra la humanidad de forma intencionada, deliberada y sin piedad.
No puede haber justificación para el asesinato intencionado de civiles inocentes, la toma de rehenes y el encarcelamiento de mujeres, niños y ancianos bajo amenaza de ejecución pública. Cualquier matiz - "sí, pero", "por otro lado", "al mismo tiempo"- es un intento vacío de equivalencia moral y una evasión de la responsabilidad.
Si la línea es tan clara como sugiero, entonces ¿qué podemos pensar de una huida tan completa de los principios éticos?
La civilización se basa en una convergencia de razón y experiencia que da lugar a principios como la responsabilidad individual, la prohibición de la tortura y el deber de proteger a los transeúntes inocentes. Es en la brecha -precisamente en momentos como éste- cuando el compromiso con estos principios debe reafirmarse en voz alta, con orgullo y sin reservas.
En 2016, Carnegie Council recibió la visita del general Moshe Yaalon, antiguo jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), y del profesor Michael Walzer, autor de Guerras justas e injustas. Cuando se le preguntó por las amenazas a la seguridad a las que se enfrenta Israel, Yaalon dijo: "La excelencia militar nos ha dado una ventaja en el campo de batalla, pero esta ventaja sólo puede mantenerse si preservamos nuestra superioridad ética. Y a medida que la guerra contra el terrorismo se desarrolla e intensifica, también debe hacerlo nuestra determinación de dar una respuesta moral inequívoca a los retos que plantea."
Las naciones son comunidades basadas en valores. Hamás ha revelado sus valores, e Israel está poniendo ahora a prueba su respuesta. Como sugieren los comentarios de Yaalon, los líderes de las IDF saben que el éxito militar por sí solo no será suficiente, ya que una respuesta moral requiere el reconocimiento de los derechos de todos -incluidos los palestinos- y la búsqueda de una paz justa.
En su discurso, Yaalon invocó al periodista Moshe Beilinson, que escribió un editorial en 1936 titulado "¿Hasta cuándo?". Mientras estallaba la violencia en el Israel preestatal, Beilinson se preguntaba: ¿Hasta cuándo tendremos que vivir de nuestra espada? ¿Hasta cuándo tendremos que luchar por nuestra existencia?
La respuesta sigue siendo elusiva, y persiste tanto para israelíes como para palestinos.
Especialmente en este horrible momento sumido en la niebla de la guerra, no podemos perder de vista que el reconocimiento y el respeto mutuos deben ser el objetivo decidido de todos los que creemos que es posible un futuro mejor.
Lo conseguiremos reafirmando el mismo valor moral de todos los seres humanos, el deber de proteger a los inocentes y el compromiso con la empatía como una cuestión de moralidad y de interés propio. Quienes se comprometan con estos principios tendrán la ventaja de la claridad moral en tiempos de confusión y tragedia.
En los oscuros días que se avecinan, esperemos que estos principios éticos iluminen el camino.