Envuelta a lo largo de la costa del noroeste de África se encuentra la última colonia del continente: El Sáhara Occidental. Durante más de un siglo, a los saharauis se nos ha negado nuestro derecho fundamental a decidir nuestro futuro. Primero colonia española, el Sáhara Occidental fue anexionado brutalmente por nuestro vecino del Norte, Marruecos, en 1975. Desde entonces, nuestro pueblo se ha visto obligado a elegir entre los horrores de la ocupación y las penurias de ser un refugiado.
En el momento de la incursión marroquí, mi familia era una de las miles que se vieron obligadas a abandonar nuestra tierra natal del Sáhara Occidental y trasladarse a los campos de refugiados de la vecina Argelia. Como muchos de mis compañeros saharauis, algunos miembros de mi familia no sobrevivieron. De los que sobrevivieron, muchos se quedaron en los territorios ocupados, incapaces de huir del repentino ataque del ejército marroquí.
En la actualidad, un muro de arena de 2.700 km bordeado de minas terrestres y soldados marroquíes -la mayor barrera militar activa del mundo- divide el Sáhara Occidental en dos territorios distintos. Miles de familias fracturadas viven a ambos lados. Al oeste de la llamada "berma" (o más exactamente, el "muro de la vergüenza"), los saharauis viven bajo ocupación marroquí, donde están sometidos a un estricto bloqueo de los medios de comunicación y a abusos diarios de los derechos humanos. Al este del muro, los saharauis viven en libertad, pero como refugiados, arreglándoselas con chozas de barro y recursos insuficientes, todos con la esperanza de emprender el ansiado viaje de regreso a la tierra de nuestros padres y madres.
El Sáhara Occidental es un territorio dividido pero un pueblo unido. Ya sea en los campamentos de refugiados saharauis en la vecina Argelia, en los territorios ocupados del Sáhara Occidental o en el exilio, compartimos un objetivo común: vivir en libertad en nuestra tierra natal y ejercer nuestro largamente negado derecho a la autodeterminación, un derecho que nos prometieron -pero nunca nos concedieron- las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad hace casi tres décadas. Sin embargo, tras años de promesas rotas y acuerdos de paz incumplidos, parece que por fin la paz puede ser posible.
En los últimos meses se ha producido una oleada de actividad diplomática sobre el Sáhara Occidental, impulsada por una nueva posición asertiva adoptada por la administración Trump y el nombramiento de un nuevo enviado personal del secretario general de la ONU, el expresidente alemán Horst Kӧhler.
Ambos han dejado claro que el statu quo se ha acabado. La administración estadounidense, en particular, ha insistido en que no puede haber más "business as usual" con el Sáhara Occidental. Ha llegado el momento de avanzar políticamente. El nuevo compromiso de Estados Unidos para resolver la cuestión -y su decisión de vincular la renovación del mandato de la misión de la ONU para el Sáhara Occidental a los avances políticos- ha dado un resultado significativo: la reanudación de las conversaciones diplomáticas para poner fin a décadas de estancamiento y hacer realidad el derecho de nuestro pueblo a la autodeterminación.
La renovada atención ha revigorizado el proceso político y ha creado nuevas oportunidades para la paz. En diciembre, participé como representante del Frente POLISARIO en la primera mesa redonda sobre el Sáhara Occidental organizada por la ONU en seis años. Durante dos días, las dos partes -el Frente POLISARIO y Marruecos- se reunieron cara a cara y participaron en debates centrados en alcanzar una solución al conflicto del Sáhara Occidental. Nuestros vecinos, Argelia y Mauritania, también participaron en la reunión.
Estas conversaciones iniciales no condujeron a un avance monumental, pero eso no cabía esperarlo. Lo que sí hicieron fue reforzar la confianza en el proceso. Ambas partes salieron de Ginebra con el compromiso de mantener el diálogo y seguir avanzando en los próximos meses. La próxima mesa redonda está prevista tentativamente para marzo, y en ella se espera abordar algunas de las difíciles cuestiones que se hallan en el centro del conflicto.
De cara al futuro, no cabe duda de que las futuras rondas de conversaciones tendrán que producir más sustancia. Sin embargo, los saharauis somos cautelosamente optimistas. Llevamos mucho tiempo creyendo que, con la suficiente voluntad política, el conflicto del Sáhara Occidental puede -y debe- resolverse por la vía diplomática. Después de todo, en 1991 estuvimos dolorosamente cerca de resolver el conflicto mediante un referéndum de autodeterminación acordado por ambas partes bajo los auspicios de la ONU. El referéndum, que debía celebrarse en 1992, habría dado a nuestro pueblo la oportunidad de elegir entre la independencia y la integración con Marruecos. Más de dos décadas después, ese referéndum aún no se ha celebrado debido a los numerosos obstáculos que le ha puesto Marruecos, que teme perder en las urnas.
Para lograr una solución pacífica y duradera, los saharauis han hecho muchas -a menudo dolorosas- concesiones, ninguna de las cuales fue nunca correspondida por Marruecos. Para que el actual proceso de paz tenga éxito, la comunidad internacional tendrá que hacer las cosas de otra manera y estar dispuesta a utilizar todas las herramientas diplomáticas a su alcance para conseguir que Marruecos se comprometa constructivamente con el proceso. Esto significa que los países deben estar preparados para aplicar la combinación adecuada de incentivos y presión.
Hasta ahora, la administración estadounidense ha mostrado una voluntad genuina de ejercer una presión significativa sobre las partes, amenazando con rescindir su apoyo al mandato de la misión de mantenimiento de la paz de la ONU si no se logran avances en la vía política. De cara al futuro, Estados Unidos -y otros miembros de las Naciones Unidas- tendrán que considerar qué otros medios pueden utilizarse para animar a Marruecos a negociar de buena fe y a tomar las decisiones difíciles que durante tanto tiempo ha evitado.
Es evidente que poner fin a uno de los conflictos más antiguos de África exigirá la voluntad política y la determinación de todos los países interesados en la seguridad y el desarrollo económico del continente. Esto incluye también a los países europeos.
Europa ha pasado por alto durante mucho tiempo las violaciones de los derechos humanos cometidas por Marruecos en los territorios ocupados por miedo a enemistarse con la monarquía marroquí, a la que considera un aliado estratégico. El mes pasado, el Parlamento Europeo autorizó un acuerdo comercial no vinculante que da luz verde al saqueo de los recursos naturales del Sáhara Occidental por parte de Marruecos, una decisión que se adelanta de hecho a las negociaciones políticas y asesta un duro golpe al enviado personal de la ONU que supervisa el proceso político. No es ético y es ilegal, como ha determinado en repetidas ocasiones el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas.
En lugar de dar pasos que debiliten el proceso político de la ONU, Europa debe ser políticamente coherente y mostrar la determinación necesaria para poner fin a este conflicto de una vez por todas. La comunidad internacional debe poner su influencia colectiva detrás de estas negociaciones para garantizar que ambas partes se comprometen de buena fe y que el proceso conduce finalmente a una solución justa y duradera que cumpla el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación en virtud del derecho internacional.
Ya es hora de que nuestro pueblo tenga la oportunidad de elegir su futuro: si pudiéramos, crearíamos un Estado pacífico, integrador y respetuoso con la ley. A pesar de las penurias de la vida en los campos de refugiados y de los limitadísimos recursos, nuestro pueblo puede enorgullecerse de haber construido una sociedad moderna que aprecia y promueve los valores de la justicia social, la democracia, la igualdad de género, la tolerancia y el Estado de Derecho. Somos una de las sociedades más cultas de África y nuestras tasas de alfabetización se encuentran entre las más altas del continente. Hemos trabajado duro para promover la igualdad de género y garantizar que las mujeres participen plenamente en los asuntos públicos y desempeñen un papel fundamental en todos los aspectos de la vida política, social y económica de nuestra sociedad. Las mujeres desempeñan ahora funciones de liderazgo, como gobernadoras de los campos de refugiados, miembros de la dirección del POLISARIO y miembros de nuestro equipo negociador en las conversaciones patrocinadas por la ONU. Sin embargo, en los territorios ocupados del Sáhara Occidental, las mujeres -incluidas algunas de nuestros iconos más célebres- soportan encarcelamientos, palizas y otras penurias impuestas por Marruecos sólo por defender de forma no violenta su derecho a la autodeterminación.
A pesar de la barrera ilegal de Marruecos a nuestro Occidente, en la República Árabe Saharaui Democrática han prosperado instituciones estatales que funcionan bien y prestan servicios públicos a todos nuestros ciudadanos. Los saharauis gestionamos nuestras propias escuelas, dirigimos nuestros propios hospitales y oficinas administrativas, y proporcionamos gobernanza y seguridad a los más de 174.000 saharauis que viven como refugiados. Llevamos más de cuatro décadas de gobierno democrático, celebrando con éxito elecciones a nivel local y nacional. Además, durante 27 años, nuestro movimiento independentista ha estado ardientemente comprometido con la no violencia y con la búsqueda de medios diplomáticos para crear el Estado que deseamos en nuestra patria, el Sáhara Occidental. Mientras tanto, Marruecos ha saqueado nuestras reservas pesqueras y de fosfatos en los territorios ocupados, ha encarcelado y golpeado a quienes se atreven a reclamar la libertad, y ha invertido miles de millones de dólares para afianzar una ocupación brutal que viola descaradamente el derecho internacional.
Es hora de alcanzar una solución diplomática al conflicto del Sáhara Occidental. Tras 27 años esperando la independencia, la paciencia de nuestro pueblo se está agotando y la confianza en el proceso de la ONU está disminuyendo. Los saharauis están cansados de promesas incumplidas y desconfían de las reuniones en capitales lejanas que, con demasiada frecuencia, no cumplen lo prometido. Las expectativas de los saharauis -y su creciente frustración- son una razón más para avanzar con firmeza y rapidez para garantizar que el actual proceso de la ONU tenga éxito donde otros han fracasado.
Sin duda, todas las partes tendrán que tomar decisiones difíciles. Pero nosotros, el Frente POLISARIO, siempre hemos demostrado estar dispuestos a hacer lo que sea necesario para lograr el derecho de nuestro pueblo a la autodeterminación. Es hora de que la comunidad internacional cree el contexto en el que Marruecos se sienta obligado a hacer lo mismo.
Tras el discurso que pronunció en la Defense Forum Foundation de Washington, DC, en marzo de 1998, se le preguntó al Consejero de Seguridad Nacional de EEUU, John Bolton, qué intereses de seguridad tenía EEUU en el Sáhara Occidental. Recordando su trabajo en este asunto junto con el anterior Secretario de Estado James Baker, dijo: "Lo que estábamos haciendo se basaba en un principio estadounidense bastante fundamental: que queríamos que el pueblo del Sáhara Occidental decidiera cuál iba a ser su estatus".
Esto es exactamente lo que nuestro pueblo ha estado pidiendo: que se le dé la oportunidad de ejercer nuestro derecho internacionalmente reconocido a la autodeterminación y a decidir nuestro futuro libre y democráticamente. Los principios democráticos básicos y las normas del derecho internacional apoyan esta legítima aspiración. Es hora de que la comunidad internacional la apoye también, no sólo con palabras, sino también con hechos.