Este artículo apareció por primera vez en el blog blog de Ética y Asuntos Internacionales.
Las evaluaciones simplistas de la política exterior estadounidense suelen pintar la división política ENTRE valores e intereses. La realidad es que la política a menudo debe elegir entre valores diferentes y contrapuestos. El mes pasado señalábamos las"tensiones éticas" que surgen entre los diferentes campos que probablemente compondrán el equipo de seguridad nacional de la administración Biden/Harris.
En su artículo en Politico, Nahal Toosi traza una importante línea divisoria de cara al futuro: el deseo de convocar una cumbre de los Estados democráticos del mundo para forjar respuestas comunes a los problemas globales se topa con la lista de países, no sólo Estados claramente autoritarios como China, sino socios clave como India y aliados como Polonia o Hungría, que pueden no reunir los requisitos dependiendo de los criterios utilizados. Cita a un diplomático de Oriente Medio que se pregunta: "Si Covid-19, la tecnología o el cambio climático están en la agenda, ¿qué eficacia tendrá si es una carpa pequeña?".
Dependiendo de los criterios utilizados, una cumbre puede acabar pareciéndose en gran medida al G-7: principalmente occidental y septentrional en su composición, no verdaderamente mundial. Y, según mis observaciones en Washington, habrá mucha presión para que se incluya a los aliados y socios de Estados Unidos, aunque su historial en materia de gobernanza democrática sea deficiente, pero si la medida de la democracia se equipara con el apoyo geopolítico a las posiciones políticas de Washington, el propio concepto queda deslegitimado. Como señala Toosi, "muchos gobiernos afirman ser democráticos pero no lo son, y dejar que aparezcan podría dar legitimidad a sus falsas afirmaciones".
Pero si Estados Unidos quiere formar coaliciones duraderas para abordar cuestiones transnacionales, dar prioridad a una cumbre de democracias (o, como señala Toosi, una cumbre "para la democracia" que permita cierto margen de maniobra sobre el estatus exacto de los invitados) puede no ser el mejor uso del capital político de la administración si van a tener que tomarse decisiones difíciles para hacer frente a los efectos negativos de las perturbaciones climáticas y pandémicas, a las que no les importa especialmente si los gobiernos son democráticos, autoritarios o una mezcla de ambos. Sin embargo, el nuevo equipo quiere señalar que "Estados Unidos no rehuirá defender las normas democráticas".
En el próximo informe que el proyecto U.S. Global Engagement publicará resumiendo los resultados de su encuesta de 2020, los estadounidenses quieren apoyar los valores democráticos y colaborar más estrechamente con las democracias, pero también quieren que Estados Unidos encuentre una forma de lograr una cooperación significativa con China en cuestiones como el cambio climático.
Durante la década de 1990, el lema de la administración Clinton era "no tenemos que elegir" cuando nos enfrentábamos a estas posturas éticas contrapuestas. En la actualidad, la idea puede ser que una coalición de Estados democráticos todavía tenga suficiente peso dentro del sistema internacional para establecer una agenda que otros Estados acepten, perosi eso no se manifiesta, veremos resurgir el debate sobre si la protección del ecosistema es una prioridad moral más importante que la defensa de los derechos humanos.