Este artículo apareció por primera vez en el blog blog de Ética y Asuntos Internacionales.
Escrito en The AtlanticThomas Wright esboza tres grandes "bandos" que compiten por influir en la política exterior y de seguridad nacional de la administración Biden/Harris. Están los "restauracionistas", el mismo término utilizado en el informeCarnegie Council para los que pretenden devolver la política exterior estadounidense a sus parámetros generales anteriores a 2016; están los "reformistas", que están más dispuestos a aceptar la competencia entre grandes potencias y a centrarse en la cooperación con aliados y socios (en la línea de la narrativa de la"comunidad democrática"); y los "progresistas", que son escépticos respecto a la intervención militar, quieren centrarse más en mejorar las condiciones económicas nacionales, pero también quieren que se haga más hincapié en los valores.
Lo interesante es que cada uno de estos tres campos opera desde un marco ético distinto, no necesariamente contradictorio, sino con diferentes áreas de énfasis.
Los "restauracionistas" se guían, según el artículo de Wright ("Creen en una gestión cuidadosa del orden posterior a la guerra fría. Son cautelosos e incrementalistas") por una ética de la prudencia, de tratar de evitar grandes catástrofes en lugar de perseguir grandes proyectos. Hasta cierto punto, parece basarse en una ética de resultados más que en una ética de intenciones. Los progresistas parecen tomar como punto de partida un marco ético basado en el humanitarismo, que englobaría tanto el abandono de la fuerza militar como instrumento de gobierno, como la mejora del nivel de vida de los estadounidenses y de otras personas en el mundo. Los reformistas parecen guiarse por una ética de la responsabilidad: el poder estadounidense debe aprovecharse para dar forma al orden internacional, no simplemente para mitigarlo.
Wright señala que estos bandos, ciertamente entre los reformistas y los restauracionistas, no son implacablemente hostiles, sino que están formados por "personas que se llevan bien entre sí". También hace la importante advertencia de que estos bandos no son monolíticos: una persona puede adoptar una postura restauracionista en una cuestión política pero alinearse con la perspectiva "reformista" en otra.
Pero veremos cómo se abren estas brechas si se plantea la cuestión de la intervención militar. Estos distintos marcos éticos adoptan puntos de partida diferentes (un "evitar siempre que sea posible", un enfoque muy cauto basado en la preocupación por el fracaso, frente a un "mejor actuar y fracasar que no haber actuado"). Del mismo modo, la cuestión del cambio climático puede crear divisiones: si transigir con Estados autoritarios y aceptar, por ejemplo, violaciones de los derechos humanos, para conseguir un acuerdo de trabajo que prometa marcar una diferencia real.
Wright hace este llamamiento al presidente electo entrante:
El objetivo de gobierno de Biden debería ser un proceso genuinamente honesto desde el punto de vista intelectual en el que los supuestos y las políticas fundamentales de las ideas restauracionistas, reformistas y progresistas se pongan a prueba constantemente y se evalúen con una mente abierta.
Esto incluye no sólo las propuestas políticas y las evaluaciones estratégicas, sino también los marcos éticos.