Este artículo apareció originalmente en el blog blog de Ética y Asuntos Internacionales.
Tuve el honor de formar parte del panel de la Asociación de Estudios Internacionales de Toronto que rindió homenaje a la labor y la carrera del Presidente del CCEIA , Joel Rosenthal. Al evaluar el papel que debe desempeñar la ética en la formulación de políticas, un tema que impregnó el debate fue la cuestión del declive democrático; la pérdida de confianza en la eficacia y la capacidad de las formas democráticas de gobierno para producir soluciones y resultados para sus electores. De hecho, según mis observaciones personales, esta cuestión del declive democrático fue objeto de conversación en muchos de los paneles de la AIS, así como en los debates paralelos en salones y cafés.
Estamos familiarizados con un tipo de declive democrático: la pérdida de fe de los votantes en las instituciones y los políticos, la quiebra de la confianza en la experiencia y los medios de comunicación, y las formas en que pueden explotarse estas deficiencias. En sus propios comentarios en Toronto, Joel tuvo la amabilidad de incluir en este debate el concepto de "colapso narrativo", que ha sido un foco particular de mi trabajo en el proyecto de compromiso global estadounidense del CCEIA: la sensación de los votantes de que "el statu quo" ya no sirve a sus intereses ni refleja sus prioridades. En nuestro debate, abordamos la cuestión de que las figuras políticas pueden tener marcos éticos contrapuestos para juzgar la acción política: el presente frente al futuro y si los políticos elegidos democráticamente tienen obligaciones éticas principalmente con sus electores o con las personas o la humanidad en general.
Pero también percibí rumores de otro tipo de declive democrático. ¿Qué ocurre si los votantes optan por políticas que priorizan el presente sobre el futuro y privilegian lo constituyente sobre lo universal? Especialmente cuando se trata de cuestiones como el cambio climático, este enfoque contradiría las soluciones centradas en la sostenibilidad global a largo plazo.
Una opción es centrarse en la educación y la persuasión: convencer a los votantes para que respalden soluciones con pérdidas a corto plazo. Y, sin embargo, puedo ver un momento diferente de declive democrático que privilegiaría a los tecnócratas y argumentaría que los tecnócratas, al elaborar soluciones, necesitan precisamente estar aislados de la presión o supervisión popular. Este sería un enfoque para redefinir la democracia hacia una definición que prevalecía en la Unión Soviética y que sigue operativa en varios países hoy en día: la democracia como gobierno en nombre del pueblo y en interés del pueblo, en lugar de gobierno sujeto al veto y al control de las urnas.
Ciertamente, a raíz de la crisis financiera de 2008-09, parte del subtexto de los elogios de algunos comentaristas occidentales al "modelo chino" era precisamente esta creencia de que los tecnócratas podían aplicar rápidamente soluciones sin tener que comprometerse con el toma y daca y el desorden de la política electoral occidental (esta opinión puede volver a tener cierto peso con el espectáculo de un Parlamento británico incapaz de manejar la cuestión del BREXIT).
Así pues, ¿podría la democracia enfrentarse a un golpe en los próximos años, y podría esto conducir a nuevas formas de autoritarismo en el futuro próximo? Algunas de mis reflexiones al dejar Toronto...