Lena es de Kentucky y ha vivido entre Estados Unidos y Argentina durante los últimos siete años. Es estudiante de maestría en la Universidad de Belgrano en Buenos Aires y actualmente está terminando su disertación centrada en las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Argentina del siglo XX.
TEMA DEL ENSAYO: ¿Es importante vivir en democracia?
En el mundo occidental, "democracia" es una palabra que se ha convertido en un disco rayado. La palabra hunde sus raíces en la antigua Grecia, y desde entonces ha sido puesta en práctica, probada, manipulada y cuestionada. En la historia más reciente, las campañas de difusión y promoción de la democracia en todo el mundo han sido simultáneamente celosas y tumultuosas, con operaciones promovidas (y exigidas) tanto por potencias mundiales como por ciudadanos de base. Aunque muchos de estos esfuerzos comenzaron con jóvenes que protestaban por mejores derechos y representación, muchos también han sido impulsados por fuerzas extranjeras. Pero, ¿qué ocurre cuando estas caracterizaciones de la "democracia" no coinciden con la identidad de una nación? ¿Cómo se puede poner una clasificación común a algo que puede ser tan agudamente delicado? He aprendido que la "democracia" no es universalmente coherente. Por el contrario, la importancia de vivir en una democracia depende de la historia de los pueblos, de las experiencias vividas y del futuro prometido.
Al viajar desde Estados Unidos por primera vez a la edad de 17 años, creía conocer la definición de democracia: un sistema en el que los representantes son elegidos por el pueblo y para el pueblo -bastante simple. En Argentina, aprendí rápidamente que la democracia era algo mucho más frágil, emocional y austero de lo que jamás había imaginado.
Durante los últimos seis años, he vivido de vez en cuando en Buenos Aires. Primero, como estudiante; luego, como residente; y siempre como espectador siempre curioso. Es un país lleno de pasión, resistencia y una feroz determinación por no olvidar nunca su historia. La historia se filtra a través de los muros y fluye por los aliados de la ciudad, caracterizando cada rincón y cada edificio. Se oye hablar constantemente de ella en la vida cotidiana, desde las dos mujeres sesentonas que toman café en la cafetería de la acera, los estudiantes que debaten animadamente en las universidades públicas y los tíos y primos que discuten en los almuerzos familiares.
Para el pueblo argentino, la democracia es algo más que una estructura política o tener voz y voto sobre quiénes son sus representantes: es una disidencia constante contra la autoridad ilícita. Es una exigencia de que son humanos, no menos que los políticos que los dirigen. Es un grito de guerra constante de "nunca más" y una demostración de que el pueblo es, de hecho, el que manda.
Un fatídico día de finales de marzo de 1976, la democracia establecida en Argentina cayó en manos de un golpe militar que condujo al país a una brutal dictadura durante los siete años siguientes, un periodo que ha sido acuñado como "La Guerra Sucia". Miles de personas desaparecieron, muchas fueron asesinadas, se anularon la libertad de expresión y de prensa, y desapareció cualquier convención de "democracia", sea cual sea la definición de cada uno.
El golpe militar fue una de las horas más oscuras de la historia argentina, y aún hoy no se ha hecho justicia. Sólo un pequeño puñado de generales responsables de innumerables asesinatos y desapariciones de civiles han rendido cuentas, y muchas familias siguen con preguntas sin respuesta y heridas emocionales abiertas de par en par.
Tras la Guerra Sucia, los argentinos tuvieron que luchar para recuperar el acceso a los derechos humanos básicos, la dignidad y el restablecimiento del orden democrático. Hoy en día, los argentinos viven en la paranoia implacable de volver a una dictadura, incluso aquellos que aún no vivían en aquella época. La paranoia derivada del pasado se refleja en los miles de personas que marchan por las calles, golpeando cacerolas y sartenes, por lo que a un espectador externo le parecerían simples cambios políticos; o en las cabezas derrotadas y temblorosas de personas de todas las edades que leen los periódicos detallando los últimos movimientos políticos. Cualquier movimiento hacia comportamientos de tipo autoritario desencadena una angustia que lleva al público argentino al borde del colapso. Para ellos, la democracia es algo por lo que se luchó con sangre y lágrimas, en muchos casos las de sus abuelos, padres e incluso las de ellos mismos. La amenaza acecha en cada esquina, esperando la oportunidad de saltar y volver a tomar el poder en el momento justo.
Durante la dictadura, las madres y abuelas de los desaparecidos -cuyo paradero a menudo sigue sin conocerse- comenzaron a reunirse en la Plaza de Mayo, la plaza presidencial, para exigir el regreso de sus familiares. Hasta el día de hoy, estas mismas mujeres -muchas de las cuales se acercan a los 100 años y siguen buscando respuestas- se reúnen en la misma plaza todos los jueves a las 15.30 horas. El espectáculo es un símbolo tan crudo de la libertad argentina que el mero concepto de su origen puede hacer llorar a cualquiera: mujeres desarmadas, brazo en alto, enfrentándose a una dictadura militar. En muchos sentidos, el símbolo sigue existiendo y se ha convertido en un símbolo de la resistencia y la persistencia de la nacionalidad argentina.
La pérdida de su democracia es una mancha oscura en la historia argentina y sirve como recordatorio constante, incluso como súplica, para no olvidar nunca lo que es posible cuando uno gira la cabeza aunque sea un segundo de más. Hoy, el pueblo argentino lucha sobre todo contra amenazas como la corrupción política, la inflación y la seguridad dentro de sus ciudades y barrios. Puede que los paradigmas hayan cambiado, pero el espíritu en bruto sigue siendo el mismo.
La noción de democracia se ha convertido en sinónimo del orden mundial occidental, llevando a quienes ostentan el poder a suponer que, sin ella, el mundo es inseguro; tanto es así que la palabra se ha filtrado en el lenguaje común y cotidiano de la gente de todo el mundo, convirtiéndola en una especie de palabra de moda. En muchos casos, incluso cuando se habla de ella, mucha gente ni siquiera sabe lo que es una democracia , almenos no por definición.
Entonces, ¿cuál es la definición de "democracia"? Como he llegado a aprender, la democracia no es una definición global que pueda encajar en el ordenado contexto de la política mundial. No, es mucho más íntima que eso. La definición de democracia depende totalmente de a quién se le pregunte y dónde se le pregunte.
La democracia es algo que no puede conocerse ni comprenderse plenamente fuera del contexto en el que existe. No es sólo teórica, sino subjetiva a las historias y palabras que se han escrito sobre ella. En el caso de Argentina, la definición de "democracia" no existe sin la definición de represión, despotismo y, finalmente, confrontación. Imagino que si una potencia extranjera intentara implementar una campaña por la democracia aquí en Argentina, resultaría algo así como una pérdida de tiempo risiblemente inepta. Porque sin entender el contexto y las bases con las que se navega en tal definición, es totalmente inútil. Y si conozco algo del espíritu argentino, en lo que a ellos concierne, un forastero que mira hacia adentro no tiene idea de lo que la palabra "democracia" significa aquí.