En 2017, el abogado medioambiental chino Jingjing Zhang (张兢兢) visitó un pueblo de Sierra Leona, cerca de una mina de mineral de hierro de propiedad china. Sierra Leona se estaba recuperando de su devastadora epidemia de ébola y quería atraer nuevos negocios e inversiones. Zhang estaba allí realizando una investigación independiente sobre los riesgos medioambientales y sociales de las inversiones chinas en el extranjero. Mientras caminaba por la aldea, los niños repetían con entusiasmo una palabra una y otra vez. Zhang supo más tarde que la palabra significaba "blanco". Resultó que nadie en el pueblo había visto nunca a un chino. A pesar de que la mina estaba contaminando el suministro de agua local y de que ya se había producido un importante conflicto laboral, los representantes chinos de la empresa minera no habían hecho ningún esfuerzo por reunirse -y mucho menos consultar- con las comunidades vecinas. Incluso el jefe del distrito local dijo que nunca se había reunido con ningún directivo chino.
Para Zhang, el episodio pone de manifiesto importantes deficiencias en la política y las prácticas chinas de "internacionalización". El gobierno chino anima a las empresas chinas a invertir en el extranjero, y la actividad exterior se está produciendo a escala masiva. Entre 2005 y la actualidad, según una estimación, "el valor combinado de la inversión y la construcción de China en el extranjero se acerca a los 2 billones de dólares". China se ha beneficiado claramente del comercio y la inversión internacionales, así como del acceso a los recursos mundiales. El problema, según Zhang, es que China hace muy poco por supervisar y limitar las repercusiones medioambientales y sociales negativas de tales proyectos en los países receptores. No es justo que China "se beneficie" a tal escala "y no asuma su responsabilidad", afirma Zhang.
Semillas de activismo y justicia
Desde su modesta posición de profesora de Derecho en la Universidad de Maryland, Zhang puede parecer una figura improbable para estar a la vanguardia de la promoción de un programa de rendición de cuentas de 2 billones de dólares. Sin embargo, si se analiza más detenidamente, no hay nadie más adecuado para esta tarea.
Zhang creció en la década de 1970 en las afueras de Chengdu, en la provincia china de Sichuan. Sus padres trabajaban en una enorme planta química estatal. Ella y sus amigos pescaban cangrejos y peces en un arrozal verde cercano a la planta, y se dio cuenta de que la fábrica vertía agua roja contaminada directamente en el campo verde donde jugaban. Ya de niña, Zhang intuía que algo iba mal. "Mi sentido de la contaminación y el medio ambiente empezó mucho antes que el de la mayoría de los chinos", recuerda Zhang.
En 1985, cuando estaba en el instituto, Zhang conoció por primera vez el trabajo de una organización ecologista. Leyendo el periódico CankaoXiaoxi (参考消息), Zhang se enteró de cómo Greenpeace había enviado su barco el Rainbow Warrior para protestar contra las pruebas nucleares francesas en el Pacífico Sur, y cómo el gobierno francés había colocado la bomba que hundió el barco. Como recuerda Zhang, "me conmovió tanto lo que Greenpeace intentaba hacer, me emocionó tanto". Zhang solicitó estudiar Derecho después del instituto, y fue admitida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Wuhan, en la provincia de Hubei, en 1987. Fue una decisión que tomó sin pensárselo demasiado: "Todavía no sabía mucho de mí misma", admite. Sin embargo, resultó ser un momento extraordinario para ser estudiante universitaria, y especialmente de Derecho.
La generación de estudiantes que asistió a la universidad entre 1985 y 1989 vivió el momento más liberal de la historia moderna de China. Deng Xiaoping había declarado la política de reforma y apertura en 1978. Una década después, estudiantes como Zhang se encontraron en ambientes universitarios llenos de posibilidades, cuestionamientos e incluso búsqueda del alma. Los intelectuales publicaban abiertamente artículos en los que se preguntaban por qué China había pasado por el "desastre" de la Revolución Cultural. Zhang y sus compañeros se sintieron inspirados para abordar estas difíciles cuestiones. También absorbieron con entusiasmo muchas ideas de fuera de China y leyeron literatura occidental sobre democracia, filosofía, Estado de Derecho y gobernanza legal. En la facultad de Derecho hubo discusiones y debates sobre el papel del gobierno. "Fue una época muy especial", recuerda Zhang, "y muy diferente de lo que vivieron los estudiantes antes o después".
El optimismo y la apertura de esta época también dieron lugar a un movimiento estudiantil en toda China, que fue aplastado en la plaza de Tiananmen el 4 de junio de 1989. Zhang era uno de los muchos estudiantes que habían viajado a Pekín desde toda China. Tras aquel traumático desenlace, los estudiantes regresaron a sus ciudades de origen y siguieron tranquilamente con sus vidas. Zhang se licenció en Derecho por la Universidad de Wuhan en 1991 y regresó a Chengdu para trabajar como abogado interno en una empresa química estatal.
Pioneros en litigios en Pekín
En 1997, Zhang se trasladó de Chengdu a Pekín para cursar un máster en Derecho en la Universidad China de Ciencias Políticas y Derecho (CUPL). Mientras estudiaba, se convirtió en una de las primeras voluntarias de la primera clínica no gubernamental de derecho medioambiental de China: el Centro de Asistencia Jurídica a las Víctimas de la Contaminación (CLAPV). Tras graduarse, Zhang se convirtió en abogada del CLAPV, y luego en su directora de litigios.
Su trabajo fue pionero. En 2004, representó a una comunidad de Pekín que había organizado la primera audiencia pública con arreglo a la entonces incipiente Ley de Evaluación del Impacto Ambiental de China. En 2005, representó a más de 1.700 habitantes de la provincia de Fujian en una demanda colectiva contra una planta química que había vertido sustancias tóxicas a un río. Fue la mayor demanda colectiva por contaminación de la historia de China. Los medios internacionales empezaron a referirse a Zhang como la "Erin Brockovich de China". Más tarde, el Tribunal Supremo Popular de China destacó el caso como "caso modelo" de litigios para la protección del medio ambiente.
El trabajo de Zhang era gratificante, pero también arriesgado. Los demandantes a los que ayudaba eran personas corrientes sin poder, mientras que los demandados eran poderosos propietarios de grandes plantas contaminantes, y solían tener estrechos vínculos con los gobiernos locales. En un caso de la provincia de Zhejiang, por ejemplo, Zhang tuvo que colarse en el pueblo de noche para obtener testimonios y pruebas de los miembros de la comunidad. Si hubiera llegado de día, la oficina de seguridad local podría haberla obligado a marcharse, se habría llevado sus efectos personales o incluso la habría detenido.
Horizontes más amplios y perspectivas internacionales
En 2005, Zhang asistió a clases en la Facultad de Derecho de Columbia con una beca, donde conoció diversas ideas sobre cómo las ONG pueden hacer un uso eficaz de los litigios. Ese mismo año, el CLAPV se asoció con el Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales (NRDC), con sede en Estados Unidos, para ayudar a crear capacidad de defensa del medio ambiente en China. Entre 2006 y 2008, Zhang organizó reuniones con representantes del NRDC y abogados chinos en ciudades importantes como Wuhan, Harbin, Chengdu y Pekín. También ayudó a organizar mesas redondas e invitó a jóvenes abogados interesados en la justicia social, el Estado de Derecho y la defensa de los derechos de las personas. Se animó a estos abogados a ocuparse también de casos medioambientales. El ambiente político en China, recuerda Zhang, era "más abierto y liberal" de lo que es hoy.
Gracias a su trabajo con el NRDC, Zhang aprendió mucho sobre la legislación medioambiental de Estados Unidos, así como sobre los planteamientos estadounidenses de gestión de ONG. También hizo amistad con abogados estadounidenses, funcionarios de la Agencia de Protección Medioambiental y personal de ONG, y se sintió "muy inspirada por su trabajo". En 2008, Zhang fue elegida Becaria Mundial de la Universidad de Yale, donde fue una de los 18 líderes a mitad de carrera elegidos para un semestre de enriquecimiento académico y formación en liderazgo. El programa la ayudó a ver su propio trabajo y sus preocupaciones en un contexto mucho más amplio. Pone como ejemplo lo que aprendió de su colega boliviano Franco Gamboa, Becario Mundial: "Conocer la crisis política, el problema de las drogas, los fracasos del Banco Mundial... el programa realmente amplió mis horizontes. Nos enfrentamos a tantos problemas como seres humanos".
Después de Yale, Zhang regresó a China en 2009 para trabajar como directora adjunta para China de PILnet, una organización de abogados de interés público con sede en Nueva York. Continuó con su propia labor litigiosa, pero ahora también tenía responsabilidades como gestora de programas, y ayudó a formar a jóvenes abogados sobre cómo ser eficaces litigantes de interés público. Zhang también presentó escritos y participó en diálogos de expertos con legisladores. En parte gracias a los esfuerzos de Zhang y sus colegas en ese momento, la Asamblea Popular Nacional modificó la Ley de Enjuiciamiento Civil en 2012 y revisó la Ley de Protección del Medio Ambiente en 2015, proporcionando así una plataforma potencial para que las ONG medioambientales chinas demandaran a los contaminadores.
Con el objetivo de convertirse en una mejor gestora de ONG, Zhang cursó un máster en Administración Pública en la Kennedy School de la Universidad de Harvard en 2012-2013. Estudió liderazgo organizativo, gestión financiera de ONG y gestión estratégica. También asistió a un curso del profesor John Ruggie sobre empresas y derechos humanos; el curso la inspiró para examinar las inversiones chinas en el extranjero desde el punto de vista de los derechos medioambientales y humanos.
Zhang no dejaba de pensar en la creciente influencia de China, sus inversiones en el extranjero y sus compromisos declarados con las normas nacionales e internacionales. Sabía que para muchas empresas chinas, la realidad sobre el terreno era otra: muchas intentarían "ignorar el medio ambiente y las leyes locales". Le preocupaba especialmente cómo se comportaban las empresas chinas en las economías en desarrollo: "Sabía que muchas de estas empresas intentarían aprovecharse de las débiles instituciones de otros países".
En 2016, Zhang ganó una beca Open Society en Washington, DC. Su investigación se centró en el impacto de las empresas chinas sobre el medio ambiente y los derechos humanos a través de estudios de casos de América Latina, África y Asia Central. El objetivo era reforzar la capacidad de la sociedad civil para garantizar el cumplimiento por parte de las empresas chinas en el extranjero tanto de la legislación medioambiental como de los tratados internacionales de derechos humanos que China ha firmado y ratificado. Zhang viajó mucho para llevar a cabo su investigación, y trabajó en Bosnia, Mongolia, Sri Lanka, Ecuador, Perú y ocho países africanos (Ghana, Guinea, Kenia, Mozambique, Senegal, Sierra Leona, Sudáfrica y Tanzania).
En mayo de 2018, Zhang visitó Guinea durante ocho días. China Hongqiao Group, el mayor productor de aluminio del mundo, forma parte de un consorcio internacional para aumentar la producción de bauxita en Guinea. Zhang viajó a la prefectura de Boké, donde se reunió con directivos chinos de Hongqiao Group, y con líderes de 10 aldeas.
Constató la necesidad de mejorar la comunicación, la transparencia y la actuación medioambiental de Hongqiao, así como la necesidad de mejorar la capacidad de las ONG locales para tratar con empresas chinas (a diferencia de las empresas nacionales, europeas o estadounidenses). Tiene previsto volver a Guinea para ayudar a avanzar en estas prioridades.
En julio de 2018, Zhang prestó testimonio (amicus curiae) ante un tribunal local de Ecuador. El tribunal había clausurado una explotación minera china en la Reserva Natural de Cajas por no haber consultado a las comunidades indígenas. La zona está reconocida "como biosfera natural por la UNESCO", como fuente vital de agua potable para la comunidad y como hogar de las comunidades indígenas kañari-kichwa. El demandado -el gobierno local que había concedido la licencia minera a la empresa minera china- estaba ansioso por volver a poner en marcha la mina y recurrió la decisión, a pesar de que las operaciones mineras supondrían una gran contaminación por cianuro y arsénico. Nunca se había consultado a las comunidades indígenas sobre estos riesgos ni sobre otras cuestiones vitales.
En su testimonio, Zhang explicó que China había ratificado el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y se había adherido a la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, y que tiene normativas que exigen a sus empresas no violar los tratados que ha ratificado. Además, estas empresas están sujetas a las leyes y reglamentos del país anfitrión.
En agosto de 2018, el tribunal aceptó las reclamaciones y los esfuerzos de los pueblos indígenas, así como el amicus curiae que los apoyaba, "y confirmó la revocación del permiso minero."
Control de la rendición de cuentas en China
En noviembre de 2018, Zhang creó una nueva organización, China Accountability Watch (CAW), desde su base en Washington, DC. CAW, en cooperación con el Transnational Environmental Accountability Project de la Facultad de Derecho Francis King Carey de la Universidad de Maryland, pretende reforzar la transparencia empresarial y la responsabilidad jurídica en las actividades de China en el extranjero, e instar al país a cumplir sus obligaciones extraterritoriales de protección del medio ambiente y los derechos humanos. Zhang sostiene con optimismo que la búsqueda de información, el fomento de la transparencia y la exigencia de responsabilidades "pueden contribuir a garantizar que se haga justicia, incluso en el contexto de una China autoritaria y de sus importantes inversiones en el extranjero".
Para llevar adelante esta ambiciosa agenda, Zhang tendrá que recurrir a todos sus conocimientos y experiencia, incluido su historial de valiente defensa de los intereses de la gente corriente, y su comodidad para desenvolverse tanto en el contexto chino como en el internacional. Y, lo que es más importante, lo hará con independencia de cualquier agenda empresarial o gubernamental: "Como activista de la sociedad civil y abogada, puedo ofrecer mi ayuda a ONG y abogados de otros países en sus relaciones con empresas chinas que puedan causar problemas". Aun así, aunque Zhang quiere hacer una contribución importante, reconoce plenamente que reforzar el cumplimiento de casi 2 billones de dólares de inversión extranjera directa china acumulada(en 189 países) no puede depender únicamente de los esfuerzos de la sociedad civil. En la actualidad, China sólo cuenta con un mosaico de normas y reglamentos nacionales pertinentes relativos a tales inversiones y proyectos, junto con sus compromisos declarados con las normas internacionales. La propia China debe dar un paso adelante, afirma Zhang, y supervisar y hacer cumplir eficazmente sus compromisos medioambientales y sociales. China no está donde estaba hace 20 o incluso 10 años. El país es ya "una gran potencia económica" y aspira a ser un "líder mundial". Y el liderazgo, dice Zhang, "significa preocuparse por los intereses del planeta".