Este artículo apareció originalmente en el blog Ethics & International Affairs.
¿Hay consideraciones éticas que deban tenerse en cuenta al evaluar las ventajas de una "guerra comercial" con la República Popular China?
Hay tres grandes marcos éticos en conflicto que dificultan la respuesta a esta pregunta. La ética de una guerra comercial depende, en gran medida, del conjunto de valores que se decida priorizar.
La opinión predominante, hasta las elecciones de 2016, se basaba en gran medida en las tesis de la "paz democrática", la "gran paz capitalista" y el aumento del PIB/democratización, así como en los preceptos de la escuela de pensamiento liberal en asuntos internacionales. La interdependencia entre las economías china y estadounidense crearía las condiciones para evitar conflictos, canalizaría el "ascenso" de China hacia el denominado "actor responsable" que asumiría una mayor parte de la carga en los asuntos internacionales (disminuyendo implícitamente la carga de Estados Unidos), sacaría a la gente de la pobreza y crearía las condiciones para una democratización gradual y evolutiva que cimentaría unas mejores relaciones sino-estadounidenses y beneficiaría la causa tanto del orden mundial como de los derechos humanos. Una guerra comercial arriesga todo eso al incentivar el conflicto y eliminar los vínculos que podrían amortiguar las tensiones y, al repercutir negativamente en el nivel de vida tanto de los chinos como de los estadounidenses que dependen de la relación comercial, puede considerarse poco ética en ese sentido.
Un contraargumento que se basa en críticas tanto democráticas como realistas sostiene que la relación comercial ha permitido a un régimen chino contrario a los valores liberales en su país y al sistema internacional existente adquirir más poder y recursos, que ha utilizado tanto para conseguir una mayor capacidad de actuación en el mundo (a menudo en contra de las preferencias de Estados Unidos) como para reprimir más eficazmente a sus ciudadanos en su país. Desconectar las economías estadounidense y china, a pesar del dolor a corto plazo, es ético a largo plazo para eliminar cualquier apoyo tácito de Estados Unidos a las prácticas no liberales de China en casa, que están en desacuerdo con los valores estadounidenses, pero también para disminuir las bases económicas y tecnológicas desde las que China está emergiendo como un competidor casi de igual a igual con Estados Unidos.
Un tercer punto de vista es el transaccional: ¿el comercio con China ayuda o perjudica a los estadounidenses? En este caso, la valoración ética es mixta, ya que algunos estadounidenses se han beneficiado de la relación, mientras que otros no. Por lo tanto, la valoración depende de si la relación comercial o la guerra comercial ayudan o perjudican a las personas "adecuadas".
Lo que resulta interesante al observar la carrera electoral de 2020 es ver cómo se despliegan elementos de las tres críticas; críticas a la administración Trump por sumir a Estados Unidos en una guerra comercial desestabilizadora con China, pero también preocupaciones que se expresan sobre cómo los supuestos de la política de Estados Unidos hacia China en los últimos treinta años deben ser revisados debido a sus impactos sobre los trabajadores estadounidenses o debido a las políticas internas y externas de China.
A menudo se dice que los estadounidenses "no votan" en cuestiones de política exterior, pero mi conjetura es que "China" servirá como abreviatura durante las campañas de las elecciones primarias y generales de 2020 para una variedad de estas cuestiones.