Gage García, de 15 años, estudia primer año en el instituto Los Altos de California. Le gustan los memes, jugar al lacrosse y leer. Su pasión adicional por el discurso político le motiva a investigar e intentar mejorar nuestro asombrosamente complejo mundo.
TEMA DEL ENSAYO: ¿Es importante vivir en democracia?
Mientras camino entre clase y clase en mi instituto de Silicon Valley, situado en un radio de 16 kilómetros de las sedes corporativas de Google, Facebook y Apple, así como de Sand Hill Road (metonimia de la industria del capital riesgo) y la Universidad de Stanford, me veo bombardeado por un sinfín de anuncios de campamentos de entrenamiento para startups, clases de codificación, hack-a-thons y concursos de planes de negocio. Aunque me he acostumbrado al parloteo de logros que caracteriza la vida normal en mi comunidad californiana, observo una ausencia dramática de diálogo, debate o reflexión sobre el impacto que las nuevas tecnologías creadas aquí pueden tener en nuestra sociedad, sistema de gobierno o derechos civiles.
A medida que ha salido a la luz el alcance de la influencia de las redes sociales en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, junto con la creciente importancia de las nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial (IA), que tienen el potencial de desplazar millones de puestos de trabajo y amenazan con afectar a todos los aspectos de nuestras vidas, mi sensación inicial de esperanza y admiración por estas innovaciones se ve sustituida por el pavor. Empiezo a preguntarme: "¿Estoy viviendo en un momento y un lugar que se considerarán la zona cero de la caída de la democracia moderna?".
Para comprender esta amenaza potencial, primero debemos definir la democracia y decidir sobre su importancia. La democracia es un sistema de gobierno en el que cada ciudadano tiene poder para influir en las decisiones políticas, generalmente a través del voto para elegir representantes. Esto lleva a una conexión entre el poder del gobierno y el consentimiento del pueblo gobernado. La democracia depende de la participación de sus ciudadanos en sus instituciones y sistemas para mantener sus valores y permitir que siga siendo viable.
Una forma sencilla de analizar la importancia de la democracia contemporánea es compararla con otras formas de gobierno actuales. En los casos de Estados Unidos y China, ambos son superpotencias mundiales, pero tienen gobiernos y libertades muy diferentes.
China es un Estado socialista bajo el control de un partido comunista, en el que el gobierno tiene un poder y un control casi ilimitados sobre sus ciudadanos. El gobierno chino muestra un desprecio absoluto por las libertades civiles, ya que todos los aspectos de la vida de las personas están constantemente vigilados a través de cámaras de seguridad y empresas privadas que analizan las redes sociales. Esto se hace en nombre de la prevención de la delincuencia y la mejora del bienestar público, pero la amplia censura de todo lo que pueda ser perjudicial para el poder del gobierno cuenta otra historia. No se tolera ninguna oposición política y muchos sitios web populares de Internet están censurados. Un ejemplo extremo de la inflexible política de control absoluto de China fue la masacre de la plaza de Tiananmen. En 1989, cientos de manifestantes fueron asesinados y miles heridos por el gobierno, mientras los militares se aseguraban de que no hubiera posibilidad de reforma gubernamental. Casi treinta años después, el suceso sigue siendo ampliamente censurado.
Otro acto flagrante para mantener el control gubernamental fue la reciente modificación de la Constitución china por parte del presidente Xi Jinping para eliminar los límites del mandato presidencial. A pesar de este tipo de acciones, o quizá debido a ellas, los índices de aprobación del Gobierno chino son bastante altos. Pero, ¿seguirán siendo altos en el futuro, cuando las puntuaciones de crédito social de la gente les impidan viajar por haber comprado videojuegos y comida basura en lugar de pañales y verduras? Una cosa es segura: el pueblo chino es casi políticamente impotente.
En cambio, Estados Unidos parece un paraíso de libertad. Si bien es cierto que hay problemas que deben abordarse, como el defectuoso Colegio Electoral, al menos los estadounidenses tienen la capacidad de cambiar su país para bien o para mal. En cada elección, influyen en quién toma las decisiones. También se les permite discutir sus preocupaciones con otros y protestar pacíficamente sin temor a represalias del gobierno. En innumerables ocasiones en el pasado, e incluso en la actualidad, los estadounidenses han utilizado la democracia y sus correspondientes libertades para cambiar su país, ya sea en la lucha por el sufragio femenino o por los derechos civiles. Aunque ha habido situaciones en las que su aplicación no se ha llevado a cabo plenamente, en teoría, la democracia promueve la igualdad de todos los ciudadanos al proporcionar igualdad de derechos, justicia y poder político. Aunque la democracia no es perfecta, es sin duda importante para garantizar las libertades individuales y la autodeterminación.
Aunque reconocer la importancia de la democracia es necesario, es aún más crucial que los ciudadanos participen activamente en su democracia, estén atentos a la protección de sus derechos y valores democráticos y estén siempre al acecho de los intentos de socavar la democracia. Estas responsabilidades se ponen claramente de manifiesto en Silicon Valley. Los sistemas democráticos del mundo se ven amenazados por empresarios incontrolados cuyas acciones pueden afectar negativamente a innumerables personas en nombre del progreso. Las acciones de Mark Zuckerberg (CEO de Facebook) ilustran las drásticas consecuencias de la negligencia ética. A lo largo de las elecciones de 2016, piratas informáticos rusos utilizaron la plataforma de redes sociales Facebook para influir en los votantes estadounidenses y, a su vez, posiblemente cambiar el curso de la historia de Estados Unidos. Esto podría haberse evitado si Zuckerberg se hubiera dado cuenta de las posibles implicaciones de su creación y hubiera puesto en marcha medidas de seguridad para evitar que ocurrieran. Sin embargo, no debemos confiar únicamente en el comportamiento de los CEO individuales. Por esta razón, es necesario establecer normas éticas para evitar que las empresas pongan en peligro la democracia. Los bajos niveles de regulación gubernamental dentro de un sistema capitalista pueden ser beneficiosos, pero cuando la legitimidad de todo un sistema político se ve amenazada porque no hay nada que se interponga en el camino de la expansión de las grandes empresas tecnológicas, hay que tomar medidas.
Los retos éticos no se limitan únicamente a las redes sociales. El mundo cada vez más potente y revolucionario de la IA promete plantear muchos problemas a la democracia. No cabe duda de que la IA será increíblemente útil en los próximos años, pero debe utilizarse con precaución. Su enorme poder y su imprevisibilidad deben ser supervisados y comprendidos plenamente por algo más que sus creadores para garantizar que las nuevas tecnologías no socavan subrepticiamente o violan de otro modo los valores y derechos democráticos. Aplicaciones como los algoritmos de búsqueda en línea y los modelos predictivos de datos policiales podrían corromper fácilmente el proceso democrático sin la supervisión necesaria. Las consultas en motores de búsqueda que promueven sesgos políticos y la elaboración de perfiles raciales podrían ocultarse en el complejo enigma de los algoritmos de predicción de la delincuencia. Al menos por estas razones, estas tecnologías de vanguardia deben ser transparentes para el público. Además, también hay que tomar medidas, ya sea mediante representantes o referendos, para aumentar la educación ética y el debate, de modo que los votantes habituales comprendan las consecuencias de las nuevas tecnologías y puedan tomar decisiones con conocimiento de causa. A medida que el mundo evoluciona y la tecnología mejora, siempre hay que tener en cuenta los sistemas democráticos actuales. Las libertades individuales deben tener siempre mayor prioridad que el mero avance tecnológico. Cada persona debe considerar cómo afectan sus acciones a todos los demás y debe esforzarse por proteger los derechos en la medida de lo posible, independientemente de lo fácil que le haga la vida su Amazon Echo.
Aunque estoy de acuerdo en que es importante vivir en una democracia para beneficiarse de sus muchas ventajas como ciudadano individual, sostengo que es aún más imperativo participar en una democracia que arriesgarse a perderla por la plétora de formas en que puede ser destruida.
Como chico que vive en Silicon Valley y cuya vida entera ha transcurrido a la sombra del avance histórico, espero que estos no sean los tiempos a los que eche la vista atrás y me dé cuenta de que nuestra democracia estaba siendo mutilada. Espero que todo el mundo comprenda que no basta con vivir en una democracia, sino que hay que mantenerla.