Este artículo ha sido publicado por el Belfer Center for Science and International Affairs de la Harvard Kennedy School. El extracto que figura a continuación se publica con autorización. Haga clic en el enlace para leer el artículo completo.
Introducción
Una política exterior estadounidense eficaz suele ser coherente y global. Es coherente porque refleja adecuadamente los intereses nacionales más apremiantes de Estados Unidos y las prioridades que se les asignan. Y es global en el sentido de que reúne y emplea todas las herramientas disponibles, aprovechando todos los instrumentos del poder nacional ejercidos por los departamentos y agencias del gobierno de Estados Unidos y, en la medida de lo posible, reforzados por las acciones de gobiernos aliados y socios, organizaciones internacionales y no gubernamentales, y entidades del sector privado en pos de los objetivos de la política estadounidense.
Estas cualidades son ventajosas en todas las actividades de la política exterior estadounidense, pero su importancia aumenta en proporción a la escala y complejidad de una empresa, al igual que la dificultad de conseguirlas. El esfuerzo occidental liderado por Estados Unidos durante la guerra fría, aunque no estuvo exento de errores, fue un ejemplo de gran estrategia norteamericana cuyo éxito final se debió en gran parte a la coherencia y amplitud que caracterizaron a Estados Unidos y sus aliados. Por el contrario, los esfuerzos para contrarrestar el extremismo islamista desde el 11 de septiembre de 2001 se han visto obstaculizados por deficiencias e incoherencias periódicas en estos ámbitos (así como en algunas de las decisiones políticas fundamentales).
Dado que Estados Unidos se enfrenta ahora a la perspectiva de una competencia multifacética y muy posiblemente generacional con China -subrayada no solo por las recientes declaraciones públicas de la Administración Trump, sino también por la clara aparición de un apoyo bipartidista a una postura firme contra ciertas prácticas chinas-, es esencial que los responsables políticos estadounidenses tomen medidas para garantizar que nuestro enfoque sea lo más coherente e integral posible. (Al plantear este punto, ofrecemos nuestra esperanza de que la relación entre Estados Unidos y China, incuestionablemente la más importante del mundo, pueda evolucionar hacia una que sea mutuamente beneficiosa y evite la confrontación).
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