El propósito moral de cualquier comunidad se revela a través de las palabras y los actos de sus líderes. De vez en cuando, los principios morales se clarifican y animan en un solo gesto o momento en el tiempo. Un momento así ocurrió en enero de 1941, cuando el Presidente Franklin D. Roosevelt expresó los principios que Estados Unidos defiende en su país y en el extranjero: libertad para vivir sin miedo, libertad para vivir sin miseria, libertad de expresión y libertad de culto.

Cuando FDR planteó la cuestión de los valores fundamentales de Estados Unidos en 1941, se enfrentaba a las crecientes oleadas de fascismo y comunismo. En su discurso de las Cuatro Libertades ante el Congreso, dio a Estados Unidos y al mundo una idea emblemática: que había cuatro libertades, cuatro principios universales simples que, presentados en palabras sencillas, podían convertirse en un punto de encuentro para luchar contra la inseguridad, la intolerancia, la pobreza y la persecución religiosa. Al decir a favor de qué estaba Estados Unidos, FDR decía también contra qué estaba Estados Unidos.

No es sorprendente que el Presidente Bush invocara las palabras de FDR en 2005, durante su segundo discurso de investidura. Ante las amenazas terroristas y los retos económicos mundiales, Bush recurrió a una expresión igualmente clara y sencilla de lo que Estados Unidos defendía y contra lo que se oponía. Al hacerlo, se basó en una larga y profunda tradición no partidista: la idea básica de que Estados Unidos es una nación moral, una comunidad con un propósito moral.

Se me ocurrió -y se les ocurrió a los editores de este folleto- que los principios de las Cuatro Libertades de FDR podrían revisarse provechosamente a la luz de la política exterior de Bush. Las claras líneas de correspondencia entre ambas son inconfundibles. Obsérvense los vínculos directos entre la libertad frente al miedo y la guerra contra el terrorismo; la libertad frente a la miseria y los retos morales del capitalismo global; la libertad de expresión y la política de expansión de la democracia; y, por último, la libertad de culto y el papel de la religión en una era de extremismo.

Tal continuidad de aspiraciones parece digna de mención. Y con estos ideales a largo plazo en mente, parece lógico preguntarse: "¿Cómo estamos dando la talla?". Esa es la pregunta que planteamos a los participantes en la serie del Eckerd College que sirvió de base a este folleto. También es la pregunta que ofrecemos a nuestros lectores.

Una investigación ética sobre la política exterior estadounidense comienza preguntándose: "¿Qué decisiones tomamos? ¿Según qué valores, según qué normas?". Las Cuatro Libertades proporcionan un punto de partida. Confiamos en que los puntos de vista de nuestros conferenciantes, junto con los recursos aquí enumerados, abran la puerta a nuevas discusiones y debates, y que nuestros lectores puedan afinar sus puntos de vista sobre la agenda de la política exterior estadounidense y sus dimensiones éticas.

Nueva York
Verano 2005